Las mujeres en el arte maya

La representación femenina en la diversa obra plástica de Mesoamérica, tanto en monumentos públicos, como en cerámica, artefactos votivos y códices, es conocida desde periodos tempranos. El análisis epigráfico, el estudio iconográfico y la arqueología han identificado la figura femenina en las representaciones artísticas; las cláusulas nominales en los textos mayas permiten conocer a muchas mujeres, así como su papel en las antiguas redes políticas, su importancia en las alianzas matrimoniales, su actividad ritual y sus asociaciones simbólicas. Esta exhibición, curada por María Elena Vega y Camilo Alejandro Luin, muestra la importancia de las mujeres en la sociedad maya a través del arte, presentando al público diferentes ejemplos de la colección del Museo Popol Vuh de la Universidad Francisco Marroquín.

El arte maya, con sus bellos monumentos y coloridas imágenes cortesanas pintadas en cerámica, proporcionan algunas de las representaciones de mujeres más destacadas de la época prehispánica. Estas imágenes permiten estudiar la antigua sociedad maya a través de la forma en que se representaba a hombres, mujeres, infantes y adultos. Las figuras femeninas, salvo raras excepciones, pertenecen al estrato más alto de la sociedad, pues eran esposas, madres e hijas de los gobernantes; dado que muy pocas de estas mujeres eran titulares de los monumentos donde fueron representadas, nos encontramos ante imágenes estandarizadas e idealizadas de la mujer de la realeza.

Como ha notado Rosemary Joyce, el arte monumental no resalta la feminidad, por lo que no es posible reconocer entre hombres y mujeres salvo por algunos rasgos de vestimenta y peinado, además de por sus cláusulas nominales. Senos redondeados y piernas bien definidas, por el contrario, sí se encuentran en piezas cerámicas y pintura mural, así como un maquillaje facial distinto al que portaban los hombres, ya fuera en la mitad del rostro, parte de los hombros y la espalda, o consistente sólo en ligeras líneas entre los ojos, las mejillas y los labios. La vestimenta de las mujeres, que comprendía tanto huipiles de manga corta, túnicas, ponchos y chales, así como largas tiras de tela similares a pareos, no era ceñida y ocultaba de forma considerable la talla de sus usuarias.

Mujeres en la corte

Las mujeres solían casarse entre los doce y los catorce años, con la menarquia; los ritos que definían el compromiso y matrimonio durante el periodo Clásico eran mak y naw, mientras que el título que adquirían tiempo después era atan, ‘esposa’. Aunque no se sabe con certeza la cantidad de hijos que una mujer podía tener en la época prehispánica, se estima que era común parir entre tres y cuatro niños, esto si consideramos la edad al momento del matrimonio y el destete de los infantes, que se prolongaba entre uno y cuatro años. Sin embargo, la concepción y el alumbramiento dependían de su susceptibilidad a las diversas enfermedades, así como al parto.

El matrimonio también tenía beneficios sociales, económicos y culturales que variaban dependiendo del estatus de las mujeres. Así, las esposas pertenecientes a los estratos más elevados constituían lazos políticos y dinásticos entre las familias nobles, de tal suerte que las alianzas matrimoniales reforzaban y protegían el poder político. En los estratos menos privilegiados, los escasos bienes familiares eran compartidos con los cónyuges y su descendencia, creando así vínculos sociales significativos.

Vaso de las señoras. Dibujo por Sergei Vepretskii.

Vaso de las señoras

Las escenas cortesanas nos muestran algunas de las funciones y rituales que los gobernantes debían realizar. Algunas de éstas, son protagonizadas no por hombres, si no por dioses. Esta vasija muestra parte de un mito relacionado con las esposas del dios Remero Jaguar. Dicha entidad se encuentra sentada en un trono y parece estar observando una escena de sacrificio, donde un dios de la muerte, auxiliado por un jaguar antropomorfo, decapita a un cautivo. En la narrativa también están involucradas dos mujeres, quienes portan sombreros y llevan su carga a cuestas, rasgos característicos de los viajeros dentro del arte maya. Gracias al texto jeroglífico asociado, sabemos que se trata de las esposas del numen del inframundo.

La vida cotidiana

En la época antigua, la mayoría de la población vivía en el campo, a las afueras de las grandes ciudades, por lo que las mujeres y sus familias dependían de la tierra y de lo que sus cultivos podían producir; los alimentos y bienes no sólo se obtenían de las cosechas, también procedían de la recolección de frutos, la caza de animales pequeños, la pesca, así como de la crianza de animales domesticados y semi domesticados, como el pavo y el venado cola blanca.

Las mujeres se ocupaban de diversas actividades relacionadas con el arreglo de la casa, así como del cuidado de infantes y ancianos. La recolección, el acarreo de agua, y la elaboración de los alimentos eran algunos de sus quehaceres principales, siendo también las encargadas de realizar la molienda del maíz, una labor a la que dedicaban varias horas al día. Stephen D. Houston, durante sus excavaciones en Piedras Negras, Petén, notó la ausencia de manos y metates en el registro arqueológico de los conjuntos palaciegos, algo que podría indicarnos que las mujeres nobles y de élite estaban exentas de esta labor.

Desde pequeñas y hasta el final de sus vidas, las mujeres de todos los estratos sociales se dedicaban a las labores del hilado y el tejido. Confeccionaban la ropa de sus familiares, desde sencillos huipiles y paños de cadera, hasta mantas bordadas, las cuales constituían un bien preciado y eran un elemento fundamental del tributo. Dada la importancia de estas prendas, el trabajo femenino fue uno de los recursos más importantes de la economía antigua.

Estudios bioarqueológicos muestran que la calidad de vida de las campesinas era muy inferior al de las mujeres de la élite; los restos óseos de las primeras evidencian enfermedades causadas por severas carencias alimenticias y traumas diversos generados por labores que implicaban fuertes desgastes físicos. La anemia era común en la población femenina, debido a la carencia de hierro, generando una menarquia tardía entre las campesinas, quizá entre los quince y los diecisiete años, a diferencia de las mujeres nobles, quienes, comúnmente, la tenían entre los doce y trece años, como se infiere de los registros jeroglíficos. En la época prehispánica, muy pocas mujeres superaban los 50 años de edad y, en la mayoría de los casos, sus últimos años de vida estaban limitados por la osteoporosis senil, una enfermedad degenerativa.

Tapadera de incensario
Costa sur, periodo clásico temprano (250-700).
Los rituales protagonizados por mujeres fueron de suma importancia en tiempos prehispánicos. Estos ejemplos muestran efigies de mujeres entregando animales como ofrendas para los dioses.

Mujer sentada
Altiplano o costa sur, periodo preclásico tardío (250 a. C-250).
Mujer desnuda en estado de gestación. Luce un peinado anudado y un collar con un colgante sobre el pecho. Tiene modelado cefálico.
Altura: 19 cm.

Mujer con bebé
Altiplano norte, periodo clásico tardío (700-900).
Instrumento musical con efigie que representa a una mujer cargando a un infante. El tocado alto y elaborado, su vestimenta, collar y muñequeras, la identifican como alguien de estatus social alto.
Altura: 18 cm.

Mujer
Altiplano norte, periodo clásico tardío (700-900).
Instrumento musical con efigie que representa una mujer con el torso desnudo.
Altura: 21 cm.

Anciana con perro
Altiplano norte, periodo clásico tardío (700-900).
Instrumento musical con efigie que representa a una anciana sentada de lado y con las manos sobre las rodillas. Porta un sombrero y amarrado a su costado carga un perro.
Altura: 17 cm.

Rostro de mujer
Costa Sur, periodo clásico (250-900).
Vasija con vertederas que presenta una efigie femenina con rasgos bien definidos y aspecto dual.
Altura: 16.7 cm; diámetro: 11.4 cm.

Anciana
Costa sur, periodo clásico tardío (700-900).
Mujer de edad avanzada sosteniendo su mandíbula en señal de dolor dental. Carga a un niño en su costado. Altura: 11 cm.

La vejez y la vida en comunidad

La esperanza de vida entre los antiguos mayas era corta. Estudios bioarqueológicos muestran altos índices de mortandad infantil, entre los 2 y los 5 años. Se sabe que numerosas mujeres morían entre los 25 y 29 años, durante su edad reproductiva, ocasionada por el embarazo, el parto y los fuertes desgastes físicos. Al alcanzar la menopausia, entre los 30 y 36 años, las mujeres podían vivir hasta los 50 años, y muy pocas sobrepasaban esa edad. La vejez, tanto en mujeres de alto estatus como campesinas, estuvo marcada por enfermedades degenerativas, como la osteoporosis senil.

Las mujeres mayores ocupaban un lugar importante en la sociedad: como proveedoras de alimentos, tejedoras y cuidadoras de infantes. Como ha propuesto Oswaldo Chinchilla, la representación de mujeres mayores en algunas figurillas procedentes de la costa sur de Guatemala, estuvo relacionada con dolencias dentales, pues en el Popol Vuh, se relata que las ancianas curaban el gusano de los dientes. Además, eran las encargadas de modificar el cráneo de los recién nacidos colocándoles dos tablillas en la cabeza, una práctica que respondía a antiguas creencias religiosas.

Mujer con sombrero
Altiplano norte, periodo clásico tardío (700-900 d. C.).
En su mano derecha sostiene un objeto circular que puede ser un tamal, mientras que, con su otra mano carga un cánido, animal que fue parte de la dieta prehispánica y protagonista de algunos mitos.
Altura: 18.5 cm.

Mujer con sombrero
Altiplano norte, periodo clásico tardío (700-900 d. C.).
Representa a una señora a cargo del cuidado de un infante. Los sombreros de este tipo son característicos de las representaciones femeninas.
Altura: 21.6 cm.

Doncella
Altiplano oriental, periodo clásico tardío (700-900).
Mujer sentada luciendo un collar. Con la mano derecha parece trenzar su cabello, mientras que, con la izquierda, sostiene uno de sus pechos desnudos.
Altura: 15 cm.

Anciana con un bebé
Altiplano norte, periodo clásico tardío (700-900).
El cuidado de los niños y la supervisión del modelado cefálico fue una de las tareas realizadas por las mujeres de avanzada edad.
Altura: 14 cm.

Las mujeres en el arte maya

La representación femenina en la diversa obra plástica de Mesoamérica, tanto en monumentos públicos, como en cerámica, artefactos votivos y códices, es conocida desde periodos tempranos. El análisis epigráfico, el estudio iconográfico y la arqueología han identificado la figura femenina en las representaciones artísticas; las cláusulas nominales en los textos mayas permiten conocer a muchas mujeres, así como su papel en las antiguas redes políticas, su importancia en las alianzas matrimoniales, su actividad ritual y sus asociaciones simbólicas. Esta exhibición, curada por María Elena Vega y Camilo Alejandro Luin, muestra la importancia de las mujeres en la sociedad maya a través del arte, presentando al público diferentes ejemplos de la colección del Museo Popol Vuh de la Universidad Francisco Marroquín.

El arte maya, con sus bellos monumentos y coloridas imágenes cortesanas pintadas en cerámica, proporcionan algunas de las representaciones de mujeres más destacadas de la época prehispánica. Estas imágenes permiten estudiar la antigua sociedad maya a través de la forma en que se representaba a hombres, mujeres, infantes y adultos. Las figuras femeninas, salvo raras excepciones, pertenecen al estrato más alto de la sociedad, pues eran esposas, madres e hijas de los gobernantes; dado que muy pocas de estas mujeres eran titulares de los monumentos donde fueron representadas, nos encontramos ante imágenes estandarizadas e idealizadas de la mujer de la realeza.

Como ha notado Rosemary Joyce, el arte monumental no resalta la feminidad, por lo que no es posible reconocer entre hombres y mujeres salvo por algunos rasgos de vestimenta y peinado, además de por sus cláusulas nominales. Senos redondeados y piernas bien definidas, por el contrario, sí se encuentran en piezas cerámicas y pintura mural, así como un maquillaje facial distinto al que portaban los hombres, ya fuera en la mitad del rostro, parte de los hombros y la espalda, o consistente sólo en ligeras líneas entre los ojos, las mejillas y los labios. La vestimenta de las mujeres, que comprendía tanto huipiles de manga corta, túnicas, ponchos y chales, así como largas tiras de tela similares a pareos, no era ceñida y ocultaba de forma considerable la talla de sus usuarias.

Mujeres en la corte

Las mujeres solían casarse entre los doce y los catorce años, con la menarquia; los ritos que definían el compromiso y matrimonio durante el periodo Clásico eran mak y naw, mientras que el título que adquirían tiempo después era atan, ‘esposa’. Aunque no se sabe con certeza la cantidad de hijos que una mujer podía tener en la época prehispánica, se estima que era común parir entre tres y cuatro niños, esto si consideramos la edad al momento del matrimonio y el destete de los infantes, que se prolongaba entre uno y cuatro años. Sin embargo, la concepción y el alumbramiento dependían de su susceptibilidad a las diversas enfermedades, así como al parto.

El matrimonio también tenía beneficios sociales, económicos y culturales que variaban dependiendo del estatus de las mujeres. Así, las esposas pertenecientes a los estratos más elevados constituían lazos políticos y dinásticos entre las familias nobles, de tal suerte que las alianzas matrimoniales reforzaban y protegían el poder político. En los estratos menos privilegiados, los escasos bienes familiares eran compartidos con los cónyuges y su descendencia, creando así vínculos sociales significativos.

Vaso de las señoras. Dibujo por Sergei Vepretskii.

Vaso de las señoras

Las escenas cortesanas nos muestran algunas de las funciones y rituales que los gobernantes debían realizar. Algunas de éstas, son protagonizadas no por hombres, si no por dioses. Esta vasija muestra parte de un mito relacionado con las esposas del dios Remero Jaguar. Dicha entidad se encuentra sentada en un trono y parece estar observando una escena de sacrificio, donde un dios de la muerte, auxiliado por un jaguar antropomorfo, decapita a un cautivo. En la narrativa también están involucradas dos mujeres, quienes portan sombreros y llevan su carga a cuestas, rasgos característicos de los viajeros dentro del arte maya. Gracias al texto jeroglífico asociado, sabemos que se trata de las esposas del numen del inframundo.

La vida cotidiana

En la época antigua, la mayoría de la población vivía en el campo, a las afueras de las grandes ciudades, por lo que las mujeres y sus familias dependían de la tierra y de lo que sus cultivos podían producir; los alimentos y bienes no sólo se obtenían de las cosechas, también procedían de la recolección de frutos, la caza de animales pequeños, la pesca, así como de la crianza de animales domesticados y semi domesticados, como el pavo y el venado cola blanca.

Las mujeres se ocupaban de diversas actividades relacionadas con el arreglo de la casa, así como del cuidado de infantes y ancianos. La recolección, el acarreo de agua, y la elaboración de los alimentos eran algunos de sus quehaceres principales, siendo también las encargadas de realizar la molienda del maíz, una labor a la que dedicaban varias horas al día. Stephen D. Houston, durante sus excavaciones en Piedras Negras, Petén, notó la ausencia de manos y metates en el registro arqueológico de los conjuntos palaciegos, algo que podría indicarnos que las mujeres nobles y de élite estaban exentas de esta labor.

Desde pequeñas y hasta el final de sus vidas, las mujeres de todos los estratos sociales se dedicaban a las labores del hilado y el tejido. Confeccionaban la ropa de sus familiares, desde sencillos huipiles y paños de cadera, hasta mantas bordadas, las cuales constituían un bien preciado y eran un elemento fundamental del tributo. Dada la importancia de estas prendas, el trabajo femenino fue uno de los recursos más importantes de la economía antigua.

Estudios bioarqueológicos muestran que la calidad de vida de las campesinas era muy inferior al de las mujeres de la élite; los restos óseos de las primeras evidencian enfermedades causadas por severas carencias alimenticias y traumas diversos generados por labores que implicaban fuertes desgastes físicos. La anemia era común en la población femenina, debido a la carencia de hierro, generando una menarquia tardía entre las campesinas, quizá entre los quince y los diecisiete años, a diferencia de las mujeres nobles, quienes, comúnmente, la tenían entre los doce y trece años, como se infiere de los registros jeroglíficos. En la época prehispánica, muy pocas mujeres superaban los 50 años de edad y, en la mayoría de los casos, sus últimos años de vida estaban limitados por la osteoporosis senil, una enfermedad degenerativa.

La vejez y la vida en comunidad

La esperanza de vida entre los antiguos mayas era corta. Estudios bioarqueológicos muestran altos índices de mortandad infantil, entre los 2 y los 5 años. Se sabe que numerosas mujeres morían entre los 25 y 29 años, durante su edad reproductiva, ocasionada por el embarazo, el parto y los fuertes desgastes físicos. Al alcanzar la menopausia, entre los 30 y 36 años, las mujeres podían vivir hasta los 50 años, y muy pocas sobrepasaban esa edad. La vejez, tanto en mujeres de alto estatus como campesinas, estuvo marcada por enfermedades degenerativas, como la osteoporosis senil.

Las mujeres mayores ocupaban un lugar importante en la sociedad: como proveedoras de alimentos, tejedoras y cuidadoras de infantes. Como ha propuesto Oswaldo Chinchilla, la representación de mujeres mayores en algunas figurillas procedentes de la costa sur de Guatemala, estuvo relacionada con dolencias dentales, pues en el Popol Vuh, se relata que las ancianas curaban el gusano de los dientes. Además, eran las encargadas de modificar el cráneo de los recién nacidos colocándoles dos tablillas en la cabeza, una práctica que respondía a antiguas creencias religiosas.